Una canción de frontera

 Los conflictos inherentes a los actos de componer y de cantar se hacen presentes en “Playa Girón”. El texto discurre en una serie de preguntas, dirigidas a diferentes interlocutores con los cuales el enunciador se identifica, y que versan, en las dos primeras estrofas, sobre las dificultades de componer. Dichas dificultades radican en ceñirse a ciertos límites para que la canción no se convierta en lo que no debe ser. Los límites, pues, se enuncian de forma negativa: la canción no debe ser sentimental, ni de vanguardia ni un panfleto. No hay, entonces, un precepto afirmativo sobre cómo componer, solo preceptos negativos sobre cómo no hacerlo. A su vez, estos límites negativos están marcados por dos extremos (ilusorios) del uso del lenguaje, uno puramente referencial (el sentimentalismo, lo panfletario) y el otro puramente autorreferencial (la vanguardia). Se definen así las fronteras dentro de las cuales el texto ha de moverse.
No obstante, “Playa Girón” no es una canción sumisa, que se esfuerce por no salirse de los límites que ella misma propone. Por el contrario, apuesta a tensar dichos límites y a jugar constantemente con transgredirlos. Por un lado, al ser una reflexión sobre cómo hacer una canción, la dimensión autorreferencial se hace evidente; por otra parte, la insistente alusión a un objeto externo de existencia real (el barco pesquero que da título a la canción) instala el peso de lo referencial.
La canción se alterna, entonces, entre esos dos polos, que pueden identificarse con las funciones referencial y poética del lenguaje respectivamente. A su vez, entre ellos se despliega un uso representativo de cada una de las otras cuatro funciones del lenguaje. Cada estrofa se inicia con un vocativo en el cual predominan las funciones fática y conativa; luego se pide al enunciatario (nuevamente, la función conativa) la respuesta a una pregunta que suscita en el enunciador una sensación de urgencia (función emotiva). Al formularse la pregunta, esta consiste en una interrogación sobre cómo hacer algo, que en las dos primeras estrofas resulta ser una interrogación sobre cómo componer según determinadas reglas o restricciones, es decir, cómo manejarse dentro de determinado código (función metalingüística).
La tensión entre lo referencial y lo autorreferencial puede leerse como la disputa entre dos funciones del lenguaje por su predominio dentro del texto. La función poética puede considerarse dominante no solo porque la canción reflexione constantemente sobre sí misma, sino también porque se ofrece como la respuesta palpable a las preguntas que ella misma plantea. Al no arribar a una respuesta definitiva sobre cómo hacer una canción, más allá de los límites negativos que propone, “Playa Girón”, con su existencia material, termina siendo la única declaración afirmativa sobre el arte de componer, declaración que no está formulada en términos teóricos, sino que es concreta, tentativa y contradictoria. Aun con sus dudas y sus contrastes (o gracias a ellos), “Playa Girón” resulta ser el espacio discursivo donde elementos opuestos pueden coexistir, del mismo modo que en “Te doy una canción”.
Por otra parte, la función referencial disputa el predominio no solo a través de las alusiones constantes a elementos de existencia real y objetiva, sino también y sobre todo a través de la reafirmación de una realidad que excede el discurso. Este planteo se explicita en la última estrofa, que deja de lado los interrogantes sobre el quehacer poético y se zambulle en el plano de lo real. El cambio de registro que se da en esta instancia es notable: se pasa de un campo semántico propio de la poesía y de la música, técnico incluso (“vanguardia”, “adjetivo”, “politonales”), a otro mucho más directo, con aspiraciones de universalidad (“historia”, “verdad”). En este registro diferente se plantea una pregunta de índole diferente: cómo llevar a la práctica la verdad y cómo respetar sus fronteras. El interrogante apunta nuevamente a un límite, pero en este caso no se lo formula con claridad ni siquiera en términos negativos. La canción se queda sin respuestas, no solo por no ofrecer ninguna aseveración teórica sobre la cuestión, lo cual ya había sucedido en las estrofas anteriores, sino porque en este caso el discurso no puede considerarse una respuesta en sí mismo (al menos no una respuesta acorde a los términos categóricos en los cuales se planteó la pregunta). Al igual que en “Te doy una canción”, un referente que va más allá de la canción marca los límites (las fronteras) de esta.
No obstante, la actitud final de “Playa Girón” no es la aceptación pasiva de la fatal ininteligibilidad de lo real. Por el contrario, tras formular una serie de preguntas cuya respuesta es evidentemente ignorada tanto por el yo lírico como por el enunciatario al que se dirige (“compañeros de historia”), el gesto último de la canción es cederle la palabra a un otro: “que escriban pues la historia, su historia, / los hombres del Playa Girón”. Ya se había hecho alusión a estos hombres ([…] hombres de poca niñez. / Hombres, sí, solamente/ hombres sobre cubierta. / Hombres negros y rojos / y azules los hombres que pueblan/ el Playa Girón.”), pero solo en calidad de referentes u objetos del discurso. Los últimos versos de la canción cambian esta adjudicación de roles, al darle a quien fue el referente el rol de emisor. Al convertir al objeto de un discurso en el sujeto potencial de otro, se abre la posibilidad de que lo que resultaba ininteligible o inexpresable para una voz pueda ser comprendido y expresado por otra. Si la realidad resulta inaprensible en términos categóricos o absolutos, al menos sí puede haber una aproximación tentativa a ella, a través de la concatenación de diferentes voces. La frontera de “Playa Girón”, pues, no linda directamente con una realidad ajena e inasible, sino con el discurso de un otro al que anuncia sin llegar a incluir (no hay en el texto una incorporación efectiva de otras voces), un otro que aligera la ajenidad de lo real.
Resulta haber, finalmente, un paralelismo en el tratamiento y la resolución que reciben los dos núcleos problemáticos de “Playa Girón”: ante el planteo de un interrogante sobre los límites (cómo componer sin transigir ciertos preceptos, cómo actuar respetando ciertas normas), no se puede formular una respuesta universal y categórica; en cambio sí se puede dar una respuesta carnal, palpable, inmediata (la canción misma es un acto de composición, los trabajadores del barco ofrecen un ejemplo de cómo actuar). Esta opción de lo concreto sobre lo abstracto, de lo material sobre lo ideal, se ve reafirmada por ciertos desplazamientos léxicos de la última estrofa, como el cambio de “la verdad” por “las verdades” y de “la historia” por “su historia”, de modo tal que las categorías universales (y con ellas, la exactitud de sus fronteras) quedan diluidas.

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