Sobre Glosa y La señora Dalloway

 Pensaba en algunas similitudes entre La señora Dalloway, de Virginia Woolf, y Glosa, de Juan José Saer. Ambas novelas se desarrollan en un lapso de tiempo ficcional breve (un día en la primera y una caminata de veintiún cuadras en la segunda), que "se estira" gracias a las digresiones, los monólogos y los saltos temporales. En el libro de Woolf, el paso del tiempo está marcado por las campanadas del Big Ben; en el de Saer, por las cuadras que caminan los personajes (los tres capítulos de la novela corresponden, respectivamente, a las siete primeras cuadras, las siete siguientes y las siete últimas). Es decir que, en los dos casos, hay un elemento objetivo y medible que registra y ordena el avance de la historia, y que funciona como contrapeso al tiempo no lineal de los flashbacks y los flashforwards.

Ambos relatos tratan de una fiesta: la preparación y el festejo en casa de Clarissa; la conversación de Leto y el Matemático sobre un cumpleaños al que ninguno de los dos asistió. Y en medio de la aparente trivialidad, aparece la tragedia, privada y social. El recuerdo del suicidio del padre de Leto, el de la muerte de la hermana de Clarissa, y el de Evans, el amigo de Septimus, caído en una trinchera en la Primera Guerra Mundial; el suicidio de Septimus, torturado por los recuerdos de la guerra y por el asedio de los psiquiatras; las anticipaciones del asesinato de la esposa del Matemático en manos de los militares, del exilio de este y del suicidio de Leto, que ve en la pastilla de cianuro el último recurso para evitar el encarcelamiento y la tortura. 

Leto y Septimus guardan semejanzas interesantes: dos hombres jóvenes, suicidas, que no fueron invitados a la fiesta (ni Septimus a la de Clarissa, ni Leto al cumpleaños). "Quedar afuera de la fiesta" merece una lectura política: Septimus es excluido de la sociedad que consiguió la paz y la victoria a costa de él; Leto, de un país que cercena cualquier posibilidad de justicia social recurriendo a una violencia atroz.

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