Castelar


Castelar se yergue incólume
En tierras ayer nomás indómitas
Que el afán civilizador, férreo,
Tornó por plan divino dóciles.
Se extienden ahora, rectilíneas,
Las calles asfaltadas, higiénicas,
Y se levantan pulcros, sólidos,
Edificios a estrenar, óptimos.
Mas el bien mayor, dignísimo,
De esta región cándida, autóctona,
Son las casas amplias, fortísimas,
Alejadas de la estación caótica.
Se emplazan en patios verdes, bucólicos,
Sobre columnas clásicas, pétreas,
Donde retozan púberes idílicos
Y sus madres protectoras, solícitas.
Y si alguien osara, impúdico,
Irrumpir en su quietud pacífica,
Lo azotarían la cámara panóptica
Y el alambrado punzante, eléctrico.
Y si entrara aun así, sacrílego,
A profanar la propiedad santísima,
Lo derribaría el padre, bélico,
De un proyectil certero, fulmíneo.

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